Por: Yurisha Andrade Morales
Veinticuatro años después del inicio del siglo XXI, podemos testificar el impresionante avance de las telecomunicaciones que han evolucionado hasta ser el vehículo más rápido para el intercambio instantáneo de información, desde todos los lugares del mundo que tengan señales de internet, entre millones de personas y en forma simultánea. Los canales de comunicación han cambiado, pero también los hábitos familiares, de trabajo y hasta la forma de deliberar sobre los fenómenos sociales y políticos.
Hoy por hoy, este aspecto renueva los modelos tradicionales de la interacción humana. El mundo de la política no es la excepción, al contrario, ha modificado sus formas tradicionales para incorporar los avances de la tecnología para actualizarse, volverse más eficaz y reinventarse. En la misma ruta, las instituciones y las personas dedicadas a la política usan los nuevos medios para alcanzar sus objetivos, con independencia de que estos pudieran generar, o no, beneficios a la colectividad, sean loables, positivos o negativos.
El entendimiento tradicional que teníamos de la comunicación política se ha trastocado sensiblemente a partir del internet y de las redes sociales que han sustituido o, al menos se han colocado en un plano de mayor cobertura, frente a los medios tradicionales, impresos y electrónicos, como radio, televisión y diarios de circulación nacional y local. Las redes sociales redefinieron la manera como se genera y difunde la comunicación política, no están limitadas por frontera alguna ni tienen regulaciones que las anulen, salvo en temas que tienen que ver con la prevención de la violencia y el respeto a la dignidad humana.
Durante 2024 se registrará la mayor actividad electoral en el mundo: están previstos más de 80 procesos electorales importantes. Esto significa que, en el transcurso del año, unos 4,000 millones de votantes tendrán en sus manos algún tipo de decisión para incidir en el futuro de su país, casi la mitad de los habitantes del planeta que, conforme con datos recientes, sumamos poco más de 8 mil millones. En el continente americano, durante este año hubo y/o habrá elecciones en El Salvador, los Estados Unidos, Panamá, República Dominicana, Uruguay, Venezuela y, por supuesto, en México donde el 2 de junio renovaremos 20 mil 708 cargos de elección popular.
En diversas ocasiones hemos reflexionado sobre el hecho de que uno de los pilares que sostienen la democracia es la organización de elecciones libres, periódicas, justas y auténticas. En este contexto, la seguridad electoral no solo se circunscribe a proteger la preparación de la elección, también es de capital importancia salvaguardar el debate público y la integridad de la información que circula entre los votantes a través de las redes sociales, pues de lo que ocurra en el debate público depende, en gran medida, la confianza en las instituciones democráticas y en los resultados de los comicios.
La importancia de la seguridad electoral en México y el mundo se ha magnificado recientemente debido a la creciente sofisticación de las amenazas digitales y físicas que enfrentan tanto los participantes en las elecciones como el propio proceso electoral para atender desafíos como la desinformación o propagación intencional de información falsa o engañosa, lo cual se ha utilizado como una herramienta para influir en la opinión pública y desacreditar a los oponentes políticos. Es notorio cómo las redes sociales han amplificado este fenómeno, creando un entorno de desconfianza que beneficia o perjudica no solo a campañas electorales, sino que también afectan la confianza de los votantes en las autoridades electorales y en sus decisiones.
Durante los procesos electorales en curso las estrategias de verificación de la información servirán como un antídoto para desarticular y eliminar del ciberespacio las noticias falsas que enrarecen el ambiente y confunden a la ciudadanía. En paralelo, las autoridades electorales deberán proteger sus infraestructuras digitales para evitar que los hackers impidan su adecuado funcionamiento, más aún si se trata de aquellos que presentan datos sobre los resultados de las elecciones.
La conclusión es simple: elecciones y redes sociales mantienen una profunda interacción, no podemos disociarlas, al contrario, tenemos que encontrar la mejor manera de construir sinergias positivas que contribuyan al fortalecimiento de nuestra democracia en un clima de apego al marco legal y a principios básicos de ética pública.
*Magistrada Presidenta del Tribunal Electoral del Estado de Michoacán
@YurishaAndrade