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La última gran estrategia

Por: Alejandro Carrillo Lázaro

El presidente López Obrador ha lanzado su última ofensiva como estratega político para el proceso electoral que está en marcha. Sin tomar en cuenta si hay o no resultados en su gestión de gobierno, no podemos y nadie puede negar que su principal logro ha sido la permanencia de Morena como primera fuerza política del país; siendo un partido de reciente creación que viera la luz en la elección intermedia del 2015 sin lograr algún puesto importante, hoy cuenta con 22 entidades federativas y mayoría en ambas cámaras de nuestra república. Sin duda, no me atrevo a establecer como muchos de sus aliados que se haya iniciado una transformación de la vida pública de México, pero sí considero que este sexenio pasará a la historia por tener en la silla presidencial a un gestor electoral de partido y sobre todo, a un gran estratega político.

Andrés Manuel López Obrador conoce el juego de la democracia moderna y sabe cómo ganarlo: permanencia. Cada seis años se promueve jurídicamente la obligación constitucional de renovar los cargos públicos (Presidencia de la República, Senadores y diputados a nivel federal), razón por la cual mantenerse en la opinión pública (aquel espacio de interlocución donde se establece la relación entre el poder mediático y la ciudadanía) es de vital importancia para generar dominio en el terreno electoral. Entiendase bien esto: no hablamos del hecho de que ocupar un cargo público garantice la continuidad, pero si se entiende bien el valor de la permanencia antes descrito, un puesto gubernamental ayuda mucho y más aun si es el de presidente de la república.

La última gran estrategia del primer mandatario de nuestro país ha consistido en presentar un paquete de reformas a la constitución que tiene como destino abrir distintos frentes en la guerra electoral, empezando por definir la moralidad de sus opositores en torno a algunas reformas del tipo social, hasta reorganizar las instituciones del Estado con un ataque amplio a los órganos autónomos descentralizados y desconcentrados del gobierno. Hay quien piensa que el fundamento surte efecto en la inmediatez, pero recordemos que el valor que irradia resultados es el de la paciencia que fecunda en la permanencia, y el Andrés Manuel del 2006 sabe muy bien ser paciente y también entiende perfectamente que este paquete de reformas dará mucho de que hablar y le permitirá emitir comentarios durante todo el cronograma de las campañas electorales.

El presidente tendrá 3 meses para que, un día y el otro también, adopte diversas posiciones sobre temas que atañen a la sociedad y que, en su consideración, la lastiman; en esa medida el primer mandatario de este país estará bajando a sus correligionarios la agenda electoral diaria contra conservadores, traicioneros y fifis. Al presidente no le importa si son o no aprobadas sus iniciativas presidenciales, la estrategia consiste en tener voz y auditorio todos los días, para poder capitalizar electoralmente las discusiones legislativas y las posiciones de la suprema corte de Justicia que seguramente terminara por detener muchos atrocinios en contra de la Carta Magna.

El objetivo ya está trazado y la estrategia ha comenzado, y el presidente tendrá resultados de gobierno (buenos y malos) como un efecto colateral de su empresa, y la permanencia de su partido político, donde se estableció como régimen la política de una cadena de favores con cobranza permanente.

Eppur si muove

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