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Las clases medias y la esperanza del voto oculto.

Los ciudadanos no tienen una responsabilidad sencilla el próximo domingo, deben superar la decepción y el enojo, que de forma natural los podría llevar a abstenerse de votar. Veremos si los partidos de oposición lograron convencer a los indecisos, la mayoría de clases medias, de ir a votar y de votar por ellos. El final de esta carrera será de fotografía, porque detrás de todos esos indecisos se puede albergar un voto oculto que definirá el futuro de este país.

La clave de la elección del próximo domingo está en las clases medias, fueron estas las que hicieron la diferencia en 2018 y al votar por Andrés Manuel López Obrador, sintieron que daban solución a los problemas que querían erradicar, principalmente la corrupción; sin embargo, son el grupo social más afectado por las decisiones del gobierno.

Las clases medias son las más perjudicadas por la falta de apoyo a pequeñas y medianas empresas durante la pandemia, por la precarización y desaparición de servicios de salud, por el aumento de la delincuencia, por el incremento de los costos de luz, gasolina y gas, por la eliminación de las deducciones de los gastos médicos, por la desaparición de apoyos para la cultura, el deporte, la ciencia y la tecnología, por una política social que considera que poner primero a los pobres es sinónimo de dejar de gobernar para los más de 70 millones de mexicanos que no lo son.

Así que estas clases medias afectadas y decepcionadas serán el fiel de la balanza de la elección. Pero pedirles que voten por aquellos a los que ya no quisieron en el pasado no es sencillo, ni desde el punto de vista lógico ni emocional, implica un reconocimiento por lo menos tácito de un error y nada más complicado que ello para nuestra cultura mexicana.

De por sí, reconocer cuando nos equivocamos en nuestra vida personal es un proceso racional y emocional complejo, cuando ese reconocimiento es social, es un reto mayor, por eso, quienes ofrecen oponerse a las decisiones que han decepcionado a una buena parte del electorado debieron encontrar el mensaje idóneo para en principio no generar culpa en los ciudadanos y no aspirar a que hagan público un arrepentimiento. Lo último que los partidos de oposición debían hacer es culparlos de lo que pasa, los ciudadanos confiaron en un cambio y votaron en 2018 por quien les prometió esperanza y después los decepcionó.

Por el contrario, su objetivo era darle confianza al ciudadano, dejarle claro que ellos no se equivocaron al buscar un cambio, sino que son quienes están en el poder los que han fallado; y que así como en un momento su mejor decisión fue cambiar, hoy tienen ese mismo poder para poner límites y corregir lo que va mal. 

La estrategia narrativa de las oposiciones debía estar dirigida, no a que lo reconozcan, sino que actúen, es decir, primero que salgan a votar y segundo que lo hagan por la opción que ellos representan, veremos si lo lograron. La esperanza pues, está en el voto oculto detrás de los indeciso de la clase media decepcionada, quienes saben que en la urna nadie sabrá por quien vota, pero  su sufragio igual vale y puede servir para salvar al país de una eventual dictadura.

El próximo domingo 6 de junio más de 90 millones de electores elegirán, a la vista tienen dos opciones para definir su voto; por un lado, la continuidad del proyecto del presidente, de Morena y sus aliados, y por otro las oposiciones unidas en una coalición que busca establecer límites y contrapesos al proyecto de destrucción del Estado que se hace llamar cuarta transformación.

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