Cuantas veces no hemos escuchado esa frase acuñada por el teórico político Joseph de Maistre, que refiere: “Cada pueblo tiene el Gobierno que se merece”; si como quiera que sea, nuestro sistema de gobierno, no es más que una entidad emanada de la misma sociedad a la cual dirige; y por tanto, se entiende que emerge de ésta con todas las costumbres y valores de la misma. En ese contexto, emerge una pregunta en mi mente ¿será verdad que los mexicanos merecemos gobiernos corruptos?, tomando en consideración que de acuerdo a la Encuesta Nacional de Calidad e Impacto Gubernamental (ENCIG) del INEGI, la corrupción se ha consolidado como el segundo problema que más preocupa a los mexicanos, sólo superada por los problemas de seguridad; entonces, si no queremos un gobierno corrupto ¿por qué lo tenemos?.
Al respecto, considero que esto se atribuye más al hecho de que por desgracia los Partidos Políticos le han venido apostando más a un tipo de mercantilización de “perfiles candidateables”, quienes se apoyan más en la popularidad de su imagen para ganar la contienda electoral; y no así, en torno a la capacidad, preparación o proyectos de políticas públicas que éstos puedan ofrecer. En ese sentido, no sólo tenemos un gran número de candidatos que dejan en evidencia su ignorancia, no sólo respecto a las competencias o atribuciones que les otorgaría el cargo público al que aspiran; sino también, en el nulo conocimiento para la construcción de una agenda que nos conduzca a la solución de los problemas sociales más relevantes y que promueva un verdadero cambio social; pero que sobre todo, mantenga la estabilidad del propio sistema político.
Un ejemplo de ello y el caso más reciente, fue el sucedido con el candidato a la alcaldía Venustiano Carranza en la CDMX por el Partido Redes Sociales Progresistas, el C. Manuel Leal o mejor conocido como «Tinieblas», quien se convirtió en blanco de burlas y memes después de quedarse callado durante un debate y suscitado a consecuencia de una pregunta relacionada con los derechos de la comunidad LGBTTIQ+.
Lo cierto es que la temática en cuestión, puede variar; lo que no podemos permitirnos ceder es la parte consiente en la emisión de nuestro voto, si lejos de exigir perfiles con conocimientos de temas básicos para la construcción de una agenda política, nos dejamos llevar por la mera popularidad del candidato; entonces ¿Cómo pretender que –en caso de llegar a ostentar el cargo– estos funcionarios actúen con probidad, transparencia y un adecuado manejo de los recursos públicos?. Y si, tristemente aquí es donde se confirma la frase del inicio y terminamos teniendo “la clase de gobierno que merecemos, al haberlos elegido” o dicho en otras palabras “si ya sabemos cómo eran ¿para qué los elegimos?”
En conclusión, la invitación es para que como ciudadanos hagamos patente la exigencia de perfiles con mayor preparación; y demandar que desde los partidos políticos –por lo menos– evalúen y/o capaciten a sus candidatos en temas coyunturales.