Parece una broma, pero no lo es, en Guerrero pareciera que quieren instaurar un poder hereditario al estilo de las monarquías o peor aún un maximato, es decir un poder tras el poder.
La reciente designación Evelyn Salgado como candidata de Morena a la gubernatura del estado de Guerrero es una señal de alerta de las amenazas que ciernen sobre el sistema político mexicano, pues ya sea que se trate en efecto de que el padre le herede el poder a su hija y pretendan instaurar una “monarquía”, lo cual implica, en principio, una acción ilegitima al interior del partido que la postula, suprimiendo cualquier derecho político de los otros militantes y contrario a la normalidad en cualquier democracia.
O bien, que en realidad sea Félix Salgado Macedonio quien pretenda gobernar de facto, en caso de que Morena ganara la elección, con lo cual no hablaríamos de una monarquía sino un maximato a la guerrerense, con implicaciones claramente antidemocráticas y que siguen perpetuando una visión utilitaria de las mujeres que participan en la política.
Ambas prácticas igual de retrogradas y antidemocráticas, que revelan la intención de restaurar un régimen político que creíamos caducado, superado y que a decir de la mayoría de los mexicanos ya no queríamos. Un régimen en el que el capricho de un presidente significa una operación política para darle la vuelta a las instituciones y a la ley.
Si bien la designación de Evelyn Salgado no viola ninguna norma, en la práctica significará el empoderamiento de un grupo político que está dispuesto a todo por conseguir el poder y que incluso ha amenazado a las instituciones que son arbitro de la contienda electoral. La expresión utilizada por Salgado “me los voy a chingar, bien y bonito”, lo pinta de cuerpo entero y deja claras las intenciones de su jefe político de atentar contra las instituciones electorales.
Quedará en manos de los guerrerenses determinar que destino quieren para su estado y es un mensaje claro para el resto del país, sobre el tipo de prácticas maquiavélicas que el grupo político en el gobierno está dispuesto a llevar a cabo para acceder y mantener el poder, teniendo como máxima aquello de que el fin justifica los medios.
Por otro lado, quedará en manos de las guerrerenses, de las militantes de Morena y de las mexicanas rechazar que se siga utilizando a las mujeres para conseguir los objetivos políticos de los hombres.
México no merece ni una monarquía y menos un maximato, ambos experimentos en su historia han sido contrarios a los intereses del pueblo. No cabe duda que la próxima elección se perfila como la decisión de las y los mexicanos entre la restauración de un sistema autoritario o la defensa de la frágil y no consolidada democracia mexicana.