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KAKISTOCRACIA: El gobierno de los peores.

Alejandro Carrillo Lázaro

La kakistocracia es una forma de gobierno que se caracteriza por tener al frente de la toma de decisiones a los ciudadanos más incompetentes de una sociedad, añadiéndole a esto, si no fuera suficiente, el desentendimiento de las responsabilidades con esta y enfocándose en garantizar la completa satisfacción de sus propios intereses. Al final todo se resume en el gobierno de los peores.

En México llevamos un sexenio y el inicio de otro bajo el régimen de un gobierno que ejerce su poder a través del discurso y de la repetición continua en la voz de sus más serviles miembros, sean estos legisladores o, en el peor de los casos, gobernadores de algún Estado. Es decir que la base de los resultados que deberían ser tangibles para el ciudadano solo son símbolos discursivos que se replican la cantidad de veces que sea necesaria para limitar y minar la opinión contraria, aquella que pretende visibilizar lo que el discurso pretende esconder. Entonces, podemos observar componentes de esta situación en todos los Estados que son afines al gobierno federal: una especie de gerente regional que tiene una tarea específica; la primera es mantener vigentes las definiciones establecidas desde Palacio Nacional, la segunda garantizar un resultado favorable en las elecciones locales que tienen lugar en sus respectivas entidades. Si estas dos exigencias se mantienen a paso andante, entonces ese gerente que fue electo para una gubernatura estatal se cubre con el manto de la opacidad en sus cuentas, la permisibilidad en sus intereses y sobre todo la inacción de sus atribuciones. Y es que es muy notorio desde hace 6 años, que los gobernadores han replicado el esquema de las mañaneras con ciertas similitudes muy limitadas a la posibilidad que cada Estado otorga, con el propósito de adecuar la agenda mediática local a la definida por la presidencia de México.

De todo lo antes dicho habremos de aclarar que, aunque esta pareciera la nueva tarea de quienes ostentan los cargos públicos y que fueron palomeados por el color guinda, las realidades que cada entidad vive y la irresponsabilidad institucionalizada a partir del discurso propagandístico en una rueda de prensa no abonan en nada a resolver las tareas que sí están enmarcadas dentro de la obligación de los gobiernos. Como ejemplo, podemos observar el abrazo que se da al gobernador de Sinaloa, mientras su Estado vive un recrudecimiento de la violencia.

Hoy en México estamos siendo gobernados no bajo un sistema democrático (eso de elegir personas no es democracia, es uno de los mecanismos en los que se hace presente, pero no lo es). Sino bajo una kakistocracia, con miembros de una sociedad que no tienen como fundamento de su actuar a la constitución y a la ley, sino una matraca y un dedo apuntando a detractores de la autoproclamada cuarta transformación. A México lo gobiernan los interesados y oportunistas y las políticas públicas se han cambiado por intereses partidistas y recompensas de permanencia en el ejercicio del poder.

El pueblo sigue siendo pueblo, los boleros, los pintores, los maestros, los burócratas, los empresarios, los mecánicos, los dentistas. Y los políticos siguen jugando a ser pueblo, pero con intereses distintos.

La más alta definición de una kakistocracia debería de ser aquella donde un gobierno hace como que gobierna, configurando su ineptitud con cheques de dinero que no le pertenecen al pueblo antes mencionado, pues es más fácil dar dinero que generar resultados. Si a esto sumamos una sociedad decadente en sus valores cívicos, esta recibe con gozo su propio dinero convertido en apoyo de gobierno a costa de permitir la inoperancia del Estado del cual forma parte.

Eppur si muove

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