Jaime Darío Oseguera Méndez
Llama la atención una nota publicada el día de ayer en La Voz de Michoacán donde se señala que el joven Carlos Mendoza, originario del vecino estado de Guanajuato “es el primer mexicano en morir, poco después de cumplir 20 años de edad, en los campos de batalla del vecino país eslavo”.
Terrible noticia por donde se le quiera ver. La muerte de un mexicano es una tragedia en cualquier lugar que suceda. Hoy los jóvenes del país con edades de entre 15 y 34 años son el grupo de edad sujeto de la mayor cantidad de muertes violentas y accidentes, principalmente entre los hombres. Estamos perdiendo a nuestra juventud en el trajín de la violencia.
También son el grupo de edad que se decide a migrar, por la obvia razón de que se encuentran en la etapa productiva de su ciclo de vida. Entre migración, deserciones y muertes violentas, tenemos un grave, gravísimo problema con el destino de los hombres y mujeres que serán en un futuro muy próximo el sostén de nuestro país. Ya lo son.
Volviendo al inicio, la pregunta es ¿Hay mexicanos peleando en la guerra de Ucrania? ¿Por qué? ¿Quién los lleva? ¿Cómo los aceptan? La nota manifiesta que un canal de información ligado a la inteligencia rusa, que pretendidamente se dedica a identificar a los “mercenarios” que se encuentran en la guerra de Ucrania, publicó que el mexicano murió como parte de una “operación especial” por el fuego de la artillería rusa.
La misma fuente afirma que el soldado Mendoza habría sido parte de la Guardia Nacional en México por aproximadamente un año.
Parece increíble que un paisano de a pie, cruce miles de kilómetros, se asome a Ucrania, llegue al ejército de otro país y le digan: sí, pásele, vamos a echar bala en nombre de un conflicto entre dos naciones con las que no tenemos ni la más remota relación.
Grave situación por varios ángulos. Sí efectivamente hay mexicanos enrolados en Ucrania, seguramente será como parte de la estrategia de alguien a nivel internacional. Tendrá que haber una red de reclutamiento mundial con recursos importantes.
Por otro lado, aunque sea una tarea sumamente difícil, la Guardia Nacional, en quien depositamos la confianza en un futuro inmediato más pacífico, deberá tener una especie de seguimiento de sus “egresados”.
No es posible que la Guardia Nacional se haga responsable de lo que hacen todos los individuos que pasan por sus filas, pero es necesario que no se preparen individuos para otras labores que no sean las que le asigna el Estado.
La función de especializar y capacitar cuadros específicos para las tareas de seguridad pública es una de las discusiones más importantes que se dieron en torno a la creación de la Guardia Nacional. Justamente en el afán de conservar a especialistas en la materia, que respeten los derechos humanos, tengan capacidades especiales en combate a la delincuencia pero al mismo tiempo que cuenten con las prestaciones necesarias para que en su desempeño no les sea más apetecible irse de la corporación a tomar otros caminos.
El caso del soldado Mendoza debe ser diferente. Son situaciones especiales que de ninguna manera se pueden generalizar. Por lo que se sabe, hay un ejército “de voluntarios” llamado Legión Internacional que pelea contra Rusia del lado de Ucrania. Son mercenarios. En la guerra siempre los hay.
El mercenario por definición es quien recibe paga para pelear en ejército ajeno. No luchan por su patria ni por sus convicciones o su etnia. No es un asunto nacional donde defiendan una bandera. Es un combatiente de paga. Valdría la pena saber cómo es que un mexicano se enrola en el ejército Ucraniano. ¿Hay más? ¿Alguien está enterado de esta situación?
La propia nota que da a conocer su muerte dice que “Mendoza es el primer combatiente mexicano que muere en la guerra de Ucrania, pero no el único que se inscribió en la Legión Internacional del Ejército Ucraniano”.
Terriblemente anecdótico. La aventura de un joven que se va al ejército de otro país a pelear una guerra, de ninguna manera representa la medida para ver a nuestros jóvenes.
Lo que si es cierto, es que resulta sugestivo para la reflexión sobre las políticas de juventud que queremos en el país.
Ese será un reto para el próximo gobierno. Establecer políticas de atención en todos los ámbitos, para salir de la fatalidad de que emigren, mueran violentamente, deserten, se conviertan en desempleados o, los más osados, se vayan a pelear batallas que ni por equivocación son nuestras.