Alejandro Carrillo Lázaro
Jamás los cambios reales han ocurrido desde el exterior. Este juicio puede siempre observarse a simple vista. Si un país invade a otro con el propósito de cambiar algo del país invadido, la realidad es que no lo cambia, sino que usurpa su propia identidad para crear otra. Cuando en un partido político ocurre que se aperturan los espacios para que lleguen personalidades con otro recorrido, la identidad vuelve a perderse. El PRD es un gran ejemplo de ello y su decadencia es el resultado.
El Partido de la Revolución Democrática es el único instituto político que se generó en el cansancio de la militancia del Partido tricolor, tanto así que es a sus fundadores a quienes se les atribuye la madures democrática de México, donde el PRD lograría en el año de 1997 llevarse la primera jefatura de Gobierno del distrito federal elegida por la ciudadanía, y en la que tres años más tarde se promulgaría como bastión nacional del partido del sol naciente el Estado de Michoacán, donde el hijo del fundador perredista Cárdenas Batel sería elegido como gobernador de esta entidad.
El crecimiento fue tal que 6 años más tarde lograría convertirse en la segunda fuerza política del país, donde por un margen mínimo por la presidencia de la República sería derrotado el perredista Andrés Manuel López Obrador por el moreliano Felipe Calderón Hinojosa… El resto de la historia ya la conocemos muy bien.
Los cambios no se dan desde el exterior y es lo que aún no alcanzan a entender los priistas que pudieran ver en el PRD el futuro de su partido o peor aún en el Verde o en el PT, donde se vuelven cacicazgos de operación política en beneficio de sus caciques, sin importar nunca los principios básicos con los que fueron fundados dichos institutos.
Cuando un priista decide renunciar al valor de su militancia, en ese momento la condición de su propia identidad será definida por el liderazgo partidista, será para el ciudadano común, un reflejo de lo que haga o deje de hacer el señor Alejandro Moreno, quien estaría convirtiéndose en los 100 años que lleva de vida el partido tricolor en el primer presidente del Comité Directivo Nacional en reelegirse por un periodo más.
La militancia priista está perdida y esta ha sido su decisión. La condición cíclica del poder político al que estaban esperanzados, en el que existen pérdidas y ganancias, es solo posible en un sistema democrático, ese mismo sistema que se ha puesto en riesgo en este sexenio, y si no se puede creer eso, observemos la actuación del Tribunal Federal Electoral, que no vio ninguna intromisión seria del presidente de la república en favor de una de las candidatas por la presidencia de la república.
La militancia perdida del PRI solo esperaba la abrupta caída y el reconocimiento del error del presidente nacional del instituto político para poder redefinir el rumbo del partido; sin embargo, no contaban con la práctica de la «ley de herodes» que vimos hace algunos años en el cine mexicano, donde Juan Vargas interpretado por Damián Alcázar decide simplemente modificar la Constitución Política de México y haciendo respetarla con un arma de fuego y un pin del partido en el municipio de San Pedro de los Saguaros… Así Alejandro Moreno hizo de las suyas y, con una militancia a modo, decidió no tener ninguna autocrítica, desafiar y expulsar a cualquier «verdadero» traidor del tricolor y modificar los estatutos para poder, en la asamblea nacional del pasado 11 de agosto, tomar protesta nuevamente como presidente del Comité Directivo Nacional.
Los cambios no se gestan desde afuera. La militancia que está perdida debe aparecer y debe permanecer en ese instituto con una voz crítica y comenzar a subir el tono. Deben recordar que la raíz de su partido viene desde muy atrás y fueron justamente las rebeldías las que terminaron formándolo.
El PRI requiere, como todos los partidos, de voces sólidas y autocríticas, capaces de entender que es en la militancia donde reside el verdadero valor político de cada instituto. Esperemos por el bien de México que las militancias de todos los partidos políticos que creen de verdad en lo que sus documentos básicos dicen, surjan y hagan pagar la demencia en la que han caído muchos de sus liderazgos actuales.
Eppur si muove.