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La operación encubierta del «El Mayo» Zambada evidenció la desconfianza hacia las autoridades mexicanas

Opinión

Lorena Cortés

La reciente detención de Ismael «El Mayo» Zambada, el último los narcos de la generación de narcotrafricantes de los años setenta en México, evidenció no sólo la profunda desconfianza de Estados Unidos hacia autoridades federales mexicanas quienes fueron deliberadamente mantenidas al margen de esta operación encubierta, sino también evidencio la capacidad de adaptación y supervivencia de los carteles del crimen organizado en México, gracias a  un ambiente generalizado de tolerancia e impunidad. Las autoriodades federales en un país marcado por la violencia y el miedo inflingidos por los grupos del crimen organizado, no fueron capaces de capturar y llevar a tribunales a mayor icono del narcotrafico en la historia de este país.

El Cártel de Sinaloa,  bajo el liderazgo de figuras como Ismael «El Mayo» Zambada, ha demostrado (como en todas las organizaciones del crimen organizado) una capacidad notable para adaptarse y sobrevivir en este entorno. La capacidad de está organización para controlar rutas de tráfico de drogas y su influencia extendida en América Latina y los Estados Unidos es un testimonio de su sofisticación y resiliencia. Según InSight Crime, el Cártel de Sinaloa sigue siendo una de las organizaciones criminales más poderosas del mundo.

Como lo señala la especialista en seguridad Lilian Chapa Koloffon para su columna de opinión de El Universal, en México, la incapacidad y la falta de voluntad para acusar, llevar a juicio y derrotar en tribunales a los criminales ha condenado al país a un ciclo interminable de violencia.

Esta situación recuerda las observaciones de Alexandre Lacassagne en su obra «Medicina Judicial», donde, influido por las investigaciones microbiológicas de Louis Pasteur, equiparó al delincuente con un microbio que no puede subsistir en ambientes asépticos.

De manera similar, los grupos del crimen organizado en México proliferan en un ambiente propicio de tolerancia e impunidad, lo mismo aplica para  los funcionarios corruptos, que son como microbios que proliferan en un ambiente generalizado de  corrupcion e impunidad normalizada, en donde variedad de prácticas corruptas erosionan la confianza pública y desangran los recursos del estado, convirtiendose en parte del problema de la crisis de segruidad y gobernabilidad en México.

En esta microbiota criminal,  porliferan cada día más grupos del crimen fuertemente armados incucrsionando con un nivel de violencia nunca antes vista, haciendo uso de la violencia extrema como el multihomicidio  ocurrido recientemente en la Colonia Santa Cecilia en Morelia. Esta simbiosis perniciosa entre impunidad y corrupcion  hace posible   la escalada  de la violencia letal.

La corrupción por pequeña o grande que sea  en el sector público, no solo facilita la operación de los cárteles de la droga, sino que también socava la confianza pública en las instituciones y erosiona la capacidad del estado para gobernar de manera efectiva. Cada peso desviado de su propósito original es un peso que no se invierte en servicios esenciales como seguridad, salud, educación e infraestructura.

La omisión  y el enriquecimiento ilícito son delitos que deben ser perseguidos con el mismo rigor que cualquier otra actividad criminal de los grupos del crimen organizado. La tolerancia a la corrupción en el sector público no solo permite la proliferación del crimen organizado, sino que también mina la capacidad del estado para gobernar de manera efectiva. El daño que causan a la sociedad no es menos significativo.

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