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Comienza la presidencia legítima

Alejandro Carrillo Lázaro

El 2006 trajo consigo dos valores históricos; el primero de ellos fue la elección competida entre dos partidos de los cuales no figuraba el tricolor con una herencia de más de 70 años al frente del poder político. El segundo valor histórico fue a razón del primero: la toma del zocalo capitalino por parte de uno de los candidatos para proclamarse de forma ilegal como Presidente Legitimo de México.

En aquel tiempo, se definió en la historia nacional una enemistad pública entre un perredista Andrés Manuel López Obrador y un panista Felipe Calderón Hinojosa. El primero portaba una banda presidencial imaginaria; el segundo con abucheos y empujones recibía la banda presidencial de su antecesor Vicente Fox Quezada para tomar protesta como Presidente de México, acto que 12 años después realizaría el mismo Andrés Manuel López Obrador bajo sus propias siglas partidistas.

La historia es fascinante cuando va estableciendo elementos en los anaqueles de la memoria colectiva; siempre existen los cuenta cuentos, pero también los que tratan de hacer la crónica que se va validando con los actos del presente. Por ello, aunque Felipe Calderón se autonombrara el presidente del empleo, sabemos que pasó a la historia por razones que no son agradables para los mexicanos. Igual pasará con quienes se autoproclaman los transformadores, pues la historia tiene catálogos distintos y no basta con la definición que uno mismo le de a sus acciones; al final de cuentas lo que pesa son los resultados.

Así como en aquel 2006, no sabíamos el futuro que deparaba el elegir al «candidato del empleo» como presidente de la república, y mucho menos sabíamos que en ese mismo año aquel que se autoproclamaba presidente legítimo en el zocalo capitalino resultaría ser el presidente más votado en la historia reciente en el 2018. Hoy no sabemos nada respecto a la forma en que se tomaran las decisiones en el palacio nacional con la primera mujer presidenta de nuestro país. Lo cierto es que su legitimidad es una deuda que habrá de pagarse, recordemos que según una encuesta de salida enmarcada por el financiero daba a Claudia el voto de 7 personas por cada 10 que la votaron por seguir apoyando al futuro ex presidente Andrés Manuel López Obrador. Esto quiere decir que el 70% de la votación que obtuvo Sheinbaum legitima de forma indirecta al presidente saliente.

Hoy resulta ser más legítimo AMLO que en aquel 2006; el próximo primero de octubre el ciudadano entregará una banda presidencial, pero no creo que pretenda transferir la confianza ciudadana; él sabe que se estará convirtiendo en el principal activo del gobierno en turno y Claudia lo sabe también. Mantenerlo contento y en calma tendrá que ser incluso una política de Estado. ¿Por qué? Porque generar un descontento en una persona que se define en la confianza popular puede generar condiciones de ingobernabilidad.

De tal suerte podemos decir que en el próximo sexenio que comenzará el día primero del mes décimo del 2024 habrá dos presidencias, la que tiene que dar resultados que compromete a la Doctora Claudia y la presidencia legitima que se caracterizará por la toma de palabra del presidente saliente. Este es un gran peso en un momento muy crítico para México, pero ellos decidieron actuar de esta forma, establecieron la idea de una reelección política, hablaron de continuidad, hablaron de un segundo piso; esto solo quería decir una cosa: «no gobernaré sola, gobernaré con su sombra».

Eppur si muove.

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