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Corrupción para gobernar

Elizabeth Juárez Cordero

En el marco de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara de este año, espacio que se ha caracterizado por ser (en lo general) una plataforma del pensamiento, en la que además de difundir las obras literarias de habla hispana y sus autores; ha logrado colocarse casi de manera natural como un escenario propicio para el debate y la reflexión en torno a las distintas problemáticas públicas, nacionales e internacionales.

De manera específica, retomo algunas ideas del Panel “Combate a la corrupción: Volver a empezar” organizado por el Instituto de Investigación en Rendición de Cuentas y Combate a la Corrupción, reflexiones que vistas a la luz de las transformaciones del Estado mexicano recientes, pueden ser orientadoras sobre el acontecer actual tanto como del futuro, tal como lo afirmó el politólogo Mauricio Merino.  

Transformaciones que, si bien hemos atestiguado en un tiempo relativamente corto, probablemente no mayor a un año, son resultado de un proceso de mayor duración y complejidad, como la agónica desvaloración democrática, la crisis de los sistemas de partidos y el impulso que han retomado los liderazgos personalistas en el mundo, solo por mencionar algunos indicativos comunes, presentes en distintos sistemas políticos.

Se trata entonces, de un momento oportuno para repensar la corrupción, como un fenómeno público de causas diversas, cuya definición como su posición frente a ésta, no sólo se sitúa por encima de las concepciones y referencias académicas o su tipificación normativa e institucional, sino que además, no puede generalizarse o darse por sentada como una distorsión, es decir apreciada por todos los miembros de una sociedad como un problema o una afectación, y mucho menos como una merma o un costo para las personas como al bienestar social. Partir de estas generalidades implicaría desconocer que en ese abuso de poder o captura de lo público, presente en todos los actos de corrupción, hay siempre, uno o varios beneficiarios de la corrupción, personas, grupos, empresas, gobiernos.

Sí también gobiernos, como lo advierte Lucio Picci, al destacar que poco hemos explorado entre las causas de la corrupción, la función que ésta tiene como herramienta para gobernar, para generar consensos, para el mantenimiento del control político ¿qué fueron el patrimonialismo y los abusos del poder del régimen priista del siglo XX, sino los facilitadores del sistema político?

La corrupción no solo es parte de los elementos contextuales, sino que es principio y conducta practicada para la perpetuación del sistema político, tanto como lo es puerta de entrada y permanencia de los actores públicos y privados, es decir, de los beneficiarios del sistema, de modo que es, en la toma decisiones parciales, abusos y apropiaciones de lo público, donde residen otras de las causas que hacen mucho más complejo disminuir la corrupción; su utilidad sistémica. Sobre todo, cuando las estrategias predominantes se han situado en el diseño de leyes, normas y creación de entramados institucionales; dentro del sistema.

En este sentido, al momento de analizar la corrupción y las formas que ésta adopta, es importante no perder de vista los procesos histórico-políticos, tanto como las relaciones de mayor o menor cercanía y dependencia al poder público y económico, el intercambio de favores, complicidades y beneficios, pues de ésta depende la posición genuina de los actores, frente a la corrupción, más allá de las buenas intenciones, el discurso o el slogan de gobierno. Es decir, la corrupción no sólo no es ajena, sino que en algunos casos puede tener un rol fundamental en la capacidad y efectividad del gobierno, utilizada como instrumento de control social y político, al conceder estabilidad y paz pública, y por otro, al cooptar o intercambiar impunidad por permanencia.

Esta idea de Picci, sobre la utilidad de la corrupción para gobernar es provocadora, porque aun sin dar ejemplos concretos, es inevitable no hacer la referencia a los entornos inmediatos, al acontecer político y la experiencia histórica, y porque al mismo tiempo, cimbra los esquemas a partir de los cuales nos habíamos centrado en observar las causas y las consecuencias de la corrupción.

Desde 2003, año de la Convención de la Naciones Unidas contra la Corrupción, se eligió el 9 de diciembre como Día Internacional contra la Corrupción, estas conmemoraciones son siempre oportunidades para la reflexión, pero ya encarrerados en los ajustes institucionales, también deberían serlo para la toma de decisiones, para la revisión de lo que debe salvaguardase como derechos, y como instrumentos y esfuerzos institucionales, que en el camino de las estrategias anticorrupción se han venido construyendo en el país a partir del surgimiento del Sistema Nacional Anticorrupción como punto de partida, pero cuyos caminos, logros  y desafíos  a casi diez años, han corrido en pistas disímiles en cada entidad federativa.

Como lo señala el nombre del Panel, probablemente habrá que volver a empezar, en éste y otros temas, pero no tenemos que empezar de cero.

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