Alejandro Carrillo Lázaro.
El pasado domingo 7 de abril pudimos observar por primera vez el debate presidencial que encaró a los tres candidatos que buscan sentarse en la “silla del águila”. Un debate de esta característica debe permitir a las candidatas y el candidato posicionar los temas idóneos para generar la base de la campaña que hasta ese momento ya lleva un curso específico, así mismo debe permitir de forma dinámica la discusión de las ideas, las propuestas y sobre todo la personalización nacional de un proyecto político para nuestro país, es decir: darle a la campaña un rostro e identidad a un nivel que no se alcanza en ninguno de los mítines, pues el auditorio de un debate es bastante más amplio y aglutina no solo a los leales partidarios de cada una de las propuestas, sino también a aquellos interesados que aún están indecisos.
Lo cierto es que el debate peso más por lo infructuoso que fue el careo entre los participantes y el mal manejo técnico del mismo (cámaras y reloj); las preguntas excesivas que en mucho de los casos tenían valoraciones ya establecidas por alguna de las candidatas y el candidato no daban permisibilidad de acondicionar el debate a lo dicho en el párrafo anterior, es decir: no hubo debate, lo que hubo fue un exceso de preguntas, muchas respuestas repetidas y lo único que trascendió, aparte de ello, fueron las propuestas diseñadas desde la utópica idea de que el gobierno puede controlar todo y las acusaciones que no están vinculadas a ningún proceso judicial, sino al desprestigio del oponente (campaña sucia).
Dejando fuera las situaciones técnicas y la siempre persistencia de ensuciar al oponente, desde mi perspectiva, le enumero los siguientes apuntes:
1.- La carga esperada de ataque hacia la candidata oficialista por parte de Xóchitl se hizo observable desde el primer momento, lo que llama la atención fue la falta de sistema para ello, lo cual dejaba ver bastante un nerviosismo que, a esas alturas de una campaña, no debería ser característica de alguien que pretende ser jefa de Estado. Xóchitl fue previsible y atacó con argumentos ya esperados por la candidata morenista, de ahí la falta de sistema y por ende la esterilidad de sus comentarios: se puede categorizar que Xóchitl solo reafirmó la posición de los votantes que ya están con ella. Conclusión de este apunte: las tragedias solo se pueden convertir en capital político en el momento en el que ocurren.
2.- Claudia se mostró como una candidata segura, con temple y sobre todo con la seriedad que implica su aspiración, incluso me atrevo a decir que Claudia tiene mejor visibilidad en este debate, que el Andrés Manuel de los debates del 2018. Su posición era la esperada, alguien que trata de enfatizar la relación con el líder carismático de su movimiento; sin embargo, debe haber constancia de que la candidata en más de una ocasión dio su voz para defenderse de la Xóchitl, además de atacarla con algunas condiciones de corrupción (guerra sucia) y sobre todo en el plano del PRIAN. La conclusión de este apunte: está claro que las encuestas de una distancia amplia entre candidatas no son tan reales; si lo fuera, no usaría un tiempo para la defensa y mucho menos contraatacaría.
3.- En este tercer apunte, Máynez dejó muy claro que en esta narrativa política él no forma parte del actual escrutinio público, su posición solamente es de ataque: se puede decir que en cierta medida este va dirigido a la candidata opositora, aunque siempre terminaba haciéndolo para ambos lados. La conclusión de este apunte: Álvarez Máynez demuestra que tiene una posición de poder generar un 2 a 1 en los debates, él no habla hacia ningún público, ni siquiera al naranja. Su fuerza está en ampliar la desacreditación de alguna de las candidatas.
4.- El último apunte de este debate es que no se generó ningún movimiento al respecto dentro de las encuestas. Un debate que solo reafirma a los confirmados es un debate estéril. En este sentido, creo decir que este fue un debate de perdidas: por el formato del debate, perdieron las candidatas y el candidato; por la falta de propuestas definidas en la realidad, perdieron los ciudadanos; y por la siempre presente estrategia de ataque ligada al desprestigio, pierde la política. Si debiera considerarse algún ganador en este debate, este fue Álvarez Máynez, no por el contenido de sus palabras, sino porque demuestra que hay un valor importante al contar con voz y minutos por igual en esta mal llamada competencia. Lograr afinar los ataques en los siguientes debates puede mover en algún sentido la percepción del ciudadano que tiene interés en votar, pero que aún está indeciso. Ese valor de Máynez que les garantizo tiene un costo, seguro tendrá comprador.
Eppur si muove