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“Pax Narca” ¿pacto de tolerancia o una estrategia fallida?

Opinión

Lorena Cortés

Es muy común escuchar en varias regiones de Michoacán la existencia de una especie de «paz fragil” – “facilitada” por los grupos armados. Porqué se sabe que hay grupos del crimen organizado que ahí están y que en cualquier momento, en medio del caos y de esa “paz sostenida con alfileres”, de pronto es interrumpida por estallidos de violencia grotesca. 

En el centro de esta paradoja se encuentra la presencia persistente de grupos del crimen organizado, que se han arraigado en varias regiones y que ejercen su influencia de manera omnipresente.

Estos grupos, operan en un constante estado de rivalidad y disputa por el control del territorio pues el mercado ilícito les representa economías muy redituables, de allí que estos grupos criminales están dispuestos a jugarse el todo por el todo, y por ende están también decididos a ejercer tipos de violencia cada vez mayores, convirtiendose en espectáculos grotezcos, promoviendo una narrativa criminal al socializarce las imágenes, como lo señala la especialista en seguridad Tere Torres.

El especialista en delincuencia organizada, Edgardo Buscaglia,  sugiere que, en algunos casos, la presencia de grupos del crimen organizado puede conducir a una forma peculiar de orden y estabilidad, conocida como la «Pax Narca». Argumenta que, en ausencia de un Estado efectivo, los cárteles pueden llenar el vacío de poder, imponiendo su propia forma de gobierno y regulación.

La escalofriante brutalidad de la ejecución y decapitación de la comisaria regional de la Guardia Civil en Pátzcuaro, Cristal García, junto con sus escoltas, Itzel Madero y David de Jesús Espinoza, el pasado 18 de marzo,  revela la capacidad de la violencia criminal de desafiar a la autoridad. Este acto atroz, con peculiar saña pone de relieve cómo, en cualquier momento y lugar, incluso en medio de una aparente calma, generadores de la violencia criminal, pueden surgir para cometer atrocidades, desafiando abiertamente a la autoridad y evidenciando la incapacidad para proteger a los servidores públicos encargados de mantener el orden y la seguridad, lo que  revela una falla sistémica que alimenta a la impunidad.

Da la impresión que una suerte de  tolerancia hacia estos grupos del crimen organizado, pues la presencia de estos grupos criminales se ha vuelto arraigada, persistiendo incluso en medio de operaciones policiales y militares destinadas a erradicarlos. Ante la consigna del presidente Obrador de evitar enfrentamientos directos con esos grupos, el Estado ha permitido que estos grupos ejerzan un poder desproporcionado sobre la población, imponiendo su propia ley y subordinando a las comunidades a la violencia y el miedo.

De cualquier forma la  “pax narca” es ilusoria, ya que está basada en la imposición y el miedo. Es una fachada que oculta la realidad de la coerción y la violencia que subyace en ella. Para lograr una paz verdadera y duradera, es necesario abandonar esta estrategia fallida pues insistir en una estrtegía donde hay  “tolerancia” hacia los grupos del crimen organizado, solo perpetúa la violencia, la corrupción y la impunidad.

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