Por: Elizabeth Juárez Cordero
El poder político es por definición omnímodo, su naturaleza expansiva anula la posibilidad de autolimitación, no solo tiende a la concentración sino también a su ensanchamiento; las leyes, controles y todo aquello que busque su moderación, es una camisa de fuerza que incomoda y obstaculiza su desarrollo inercial.
El poder genera sus propios mecanismos, no siempre afables, para su conservación, pero en el trayecto también encuentra aliados naturales que se avasallan, en conciencia por voluntad o como resultado del ejercicio mismo del poder. Mediante un beneficio que pactan en desequilibrada posición entre las partes, porque incluso en la dimisión de quien se encuentra en oposición, persiste una clara dominancia en la balanza, por supuesto en favor del poder.
La amenaza es otra vía natural, el uso coercitivo que permiten los instrumentos, todos, al alcance del poder, porque ablandan cualquier intento de sedición que amenace su primer y principal objetivo; el poder mismo, ese que se impone para el insurrecto, pero en clave directa como lección para los otros.
La complacencia servil y aduladora será siempre la actitud más compatible con el poder, porque no le disputa, ni le constriñe, por el contrario, legitima, condiciona y facilita su permanencia y potencial expansión. Esas son las características de los “amigos del poder”, los que se regodean y benefician en el privilegio que concede su cercanía y los afectos; que lo mismo pueden materializarse en candidaturas, puestos en la administración pública, cargos en el servicio exterior, la justicia pronta o la impunidad, que en fructíferos negocios con el gobierno.
Congraciarse con el poder es una tentación latente, de ruta fácil, porque al mismo tiempo que otorga seductoras canonjías, concede protección y permanencia, incluso disfrazada de derrota o autoanulación en el juego político que aspira a la obtención del poder; renunciar a la capacidad de señalar, criticar o disentir es también un mecanismo de sobrevivencia, pero que es tan duradero como sea el poder que sostiene el guiño.
Pues esos que hoy se congracian sin dificultad serán los traidores del mañana, porque su flexibilidad axiológica no solo se los permite, se los exige. Al tiempo.
A los 23 días de inspiración A.P.