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DELINCUENCIA DESATADA: GOBIERNOS FALLIDOS

H. G. Wells dijo que el delito es “la medida del fracaso de un Estado, pues todo delito es, al final, el delito de la comunidad”, palabras que ponen de manifiesto la complicidad de la sociedad en ese tipo de acontecimientos y la debilidad de su aparato estatal que tiene como propósito el generar un orden a través de la norma jurídica y propiciar a través de ello el valor de Justicia.

En el país, la delincuencia perpetra distintos incidentes a diario, la numeralia deseada en este sentido por los gobiernos de los distintos ordenes que hay, es la que se encuentre por debajo de la media, no el cero, sino el numero que apenas les permita presentarse como los artífices de políticas exitosas en materia de seguridad; aunque me atrevo a decir que en nuestro país lleno de sangre no son las políticas (porque no existen) las que disminuyen los delitos, sino que ese municipio puede ser mas bien menos llamativo económicamente para el delincuente. Y reitero esta posibilidad por la única razón que no existen políticas publicas encaminadas a la prevención y a la prosecución del delito, sin mencionar la poca eficacia que hay respecto a la generación de justicia a través  del castigo del delincuente, lo cual nos lleva a otra frase esta vez dicha por el psiquiatra Thomas Szasz “si el que infringe la ley no es castigado , el que la obedece es engañado” además de que hace una invitación frontal a la delincuencia que no encuentras castigo por el Estado, al contrario su básicamente nula eficacia (99% de los delitos quedan impunes según datos de la Organización Impunidad Cero) definiría como de “mala suerte” al delincuente que fuera atrapado y llevado ante la justicia.

La incapacidad de las instituciones, la falta de credibilidad en los gobernantes, la corrupción que pudre a los gobiernos y la falta de cohesión social provocada por la falta de confianza de los unos con los otros y el desinterés gubernamental en su comunidad, abre la puerta a la posibilidad delictiva, no es mentira la relación proporcional existente entre la debilidad de un gobierno y la potencialidad del crimen.

México como Estado lleva bastantes años fracasando (atendiendo a la primer frase entrecomillada de este texto), es verdad que ahora más que nunca proliferan muchos apoyos sociales que van directos al bolsillo del ciudadano, estudiante, adulto mayor o madre jefa de familia, pero al mismo tiempo los asaltos han incrementado, el cobro de piso es algo común entre las pymes, los jóvenes son llamados a engrosar las filas del crimen, al final parece que el beneficiado directo de este tipo de políticas asistencialistas es el delincuente; y la política contra este es incrementar las penas carcelarias (pregunten a los diputados), lo cual es una burla si volvemos a ese 99% de delitos que se mantienen impunes; otra política es armar a los policías ¿a cuales? a los policías municipales que nunca podrán contener con su pistola y su macana a un auto modificado o a un individuo que porta armas que anteriormente eran exclusivas del ejercito (llevan años que perdieron esa exclusividad).

Los gobiernos fallidos no conocen otra regla de prevención del delito que no sea la de “recuperar espacios y sanar el tejido social” (norma vital de todos los discursos y todos los planes de desarrollo de cualquier orden de gobierno), eso no hace nada, solo hace ver bonito un lugar para que lo inaugure algún gobernante para después dejarlo en el olvido. La política exigida debe llevar como premisa esta frase de Facundo Cabral “si los maleantes supieran que buen negocio es ser bueno, serian buenos, aunque sea por negocio”, el amor a la patria por más grande que sea, si no te permite vivir con justicia económica para los propios, los resultados no serán los deseados nunca, como ejemplo: los salarios de los policías contra los salarios de los delincuentes.

Mientras el delito sea pan de cada dia, el Estado ha fallado y la sociedad que lo ha elegido se auto condiciona al fracaso. Y los gobiernos solo desearan no verse atractivos para la inversión delictiva ya que son este tipo de “empresarios” los que definen las estadísticas en cuanto a delitos se generan en el país.

Eppur si muove

A regañadientes. Esta vez, solo quiero poner una frase que desarrollare en la próxima columna: no hay que olvidar que la participación electoral, también es la del silencio, es la del abstencionismo, más aún cuando no hay realmente opciones reales a elegir. Todo esto, a propósito del 10 de abril.

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