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A propósito de la celebración en el zócalo.

Tres años han pasado ya desde que la banda presidencial cambio de individuo para investir a otro y conferirle las atribuciones del jefe supremo de las fuerzas armadas, del encargado de la administración publica federal y de representante de todo un país ante el mundo.

Tres años han pasado ya y el escrutinio y valoración del avance o retroceso estará definido por cada uno de los ciudadanos mexicanos, sin importar las revistas, los medios de información nacionales o internacionales, o los que nos denomínanos analistas políticos. El poder desgasta las figuras y hoy en nuestro país hay quienes se sienten engañados por el ejecutivo nacional, hay quienes siguen teniendo en él la esperanza de que las cosas cambiarán, hay quienes en silencio lo adoran, y quienes en silencio lo desprecian, hay quienes quieren verlo caer, hay quienes quieren verlo triunfar, hay quienes lo critican pero su critica no tiene valor moral para hacerlo y hay quienes lo critican y su valor académico es desprestigiado por los que no entienden su léxico rimbombante y hay también y en un grado muy amplio quienes no les importa en lo absoluto ni el presidente ni la métrica de tiempo que lleva siéndolo.

Lo cierto es que van tres años de un gobierno que no tiene entre sus integrantes la voz critica necesaria para reinventarse en la medida de las exigencias sociales que lo llevaron a ser gobierno. La devoción de un pueblo no siempre es la estadística mas confiable de los resultados, mucho menos abarrotar un zócalo en el que las practicas de movilización son sumamente iguales a las de los partidos mas añejos del país. Si prestamos atención, lamentablemente se sigue escuchando una replica de un “ya ganamos” pero tres años después, las preguntas que se deben hacer son ¿ya disminuyeron los pobres? ¿la política de abrazos ha disminuido la delincuencia? ¿las becas y apoyos económicos han resuelto el desempleo y aumentado el aprovechamiento académico de México? ¿las obras de infraestructura están resolviendo algún problema?, estas preguntas no marcan una critica a un mandatario, estos cuestionamientos son los que lo diferenciarían del pasado.

Lo crítico de esto, es que los años pasan y en la vida política de nuestro país, los tres años que vienen es el final de la montaña rusa, empezaran a borrarse los nombres del presidente y sus allegados para aparecer en el tintero los que aspiran a ocupar su cargo, se empezara a hablar de presidenciables, las traiciones que están sonando en los pasillos harán un aparición estelar, las mañaneras solo cubrirán las preguntas de los favoritos del presidente y entonces los resultados habrán quedado para después. Los cierres de los ciclos deben traer consigo la reflexión, van tres años de que al ciudadano Andrés Manuel se le coloco una prenda fetichizada, que carga enigmas y poderes extraordinarios, pero algo hay que recalcar, así como zapata no quiso sentarse en la silla del águila porque volvía tiranos a quienes la usaban, así el presidente no quiso entrar a la residencia oficial de Los Pinos porque estaba “embrujada”, ¿no será la banda presidencial la que embruja?

Tres años han pasado, y hay que decir las cosas como son: la felicidad puede volverse tristeza, la empatía en apatía, la esperanza en decepción y el apoyo en abandono. Hay que cuida en Morena que las voces que se escuchan no silencien las que piden ayuda, las que critican, al contrario, empiecen a bajar silencio para que escuchen al país que vio en ustedes una esperanza y en el presidente personalizaron sus ilusiones.

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