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Los juegos del hambre de la carrera presidencial.

López Obrador ondeo la bandera a cuadros en la carrera presidencial hacia 2024, para muchos podría parecer adelantado, pero no lo es, el presidente le pone ritmo a la restauración de rituales que conoce del Sistema Político Mexicano que añora y le pone su sello. Y sí, ya tiene favorito.

La estrategia de posicionamiento de los temas que son importantes para el presidente es minimizarlos, ya sea diciendo que eso no es lo importante,  que no es momento o que él ejerce su derecho a guardar silencio sobre el tema, para después dar un sermón sobre lo que verdaderamente piensa del asunto.

En el caso de López, aplica el coloquial dicho; “Dime de que presumes y te diré de que careces”, si queremos saber las prioridades del primer mandatario basta con analizar que trata de minimizar de forma deliberada; así, en el caso de la sucesión presidencial, aunque muchos aseguran está adelantando los tiempos, en realidad va tarde. Si pensamos que él llega a la presidencia con dos décadas de campaña y sabe que ninguno de los aspirantes dentro o fuera de su proyecto tienen esa fortaleza, entendemos porque le urge arrancar.

AMLO restaura rituales a su modo como el del tapado, en el fondo, aspira a construir un Maximato, un poder tras el poder, por eso mide a sus pupilos, quiere saber quienes mostrarán lealtad ciega, desgasta a sus no favoritos y hace lo que más le gusta: tener el control.

López deja claro que la decisión será de él y solo de él, por eso arranca los juegos del hambre de la presidencia para medir a los suyos y también a los de afuera; pero no busca ver quien es el mejor, quiere saber quien es más dócil y quien se le va a oponer. El que resulte más sumiso será sin duda su plan B, y digo B, porque el A ya lo tiene.

El presidente ya tiene un favorito, en este caso es una, a quien cuida y protege, evitando que las crisis la toquen, como la tragedia de la Línea 12 del Metro y el cuestionamiento de legitimidad por el resultado de las elecciones del 6 de junio, en ambas el presidente se metió hasta la cocina para cuidar a “la buena”.

Consiguió un arreglo con Slim para contener la crisis de la Línea 12 y dejó claro que el único en hablar de ello sería él. Y que decir de la guerra que emprendió contra la clase media de la Ciudad de México por poner en entre dicho la capacidad de operación electoral de la Jefa de Gobierno, así como los cambios en el gabinete del gobierno local para reforzar su proyecto sucesorio.

En ambos casos el presidente sale al quite y agarra esas batallas como suyas. Ya lo vimos en acción, realizando encuestas ad infinitum para imponer a un presidente en su partido y quizá el ejemplo más claro de lo que es capaz de hacer por sus favoritos es el caso de Félix Salgado Macedonio en Guerrero.

Todos fuimos testigos de como impuso a su compadre, a través de su hija, y también la forma en que sancionó a quien tuvo la osadía de desobedecerlo en sus decisiones, sacó a Irma Eréndira Sandoval, su hermano y su marido de su proyecto; fue claro para ella y cualquier otro que se atreva a oponerse a sus decisiones, lo que le ocurrirá. 

El presidente restaura rituales, pero a su modo, sus tiempos y estilo, el tapado es un ritual del viejo Sistema Político Mexicano y el Maximato es una aspiración de López Obrador, que han tenido varios y hasta ahora ninguno después Plutarco Elías Calles ha logrado, ambos encierran un solo significado, el poder es suyo.

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