Defender a los diputados plurinominales podría parecer una locura, habrá quien argumente que no sirven para nada, que cuestan mucho en el presupuesto o incluso que no son electos por la ciudadanía. Sin embargo, el modelo mixto de representación mexicano requiere de los de legisladores de representación proporcional, explico porque.
Comencemos por recordar cómo fue que se crearon. La figura de surge en reforma de 1977, aunque su primer antecedente está en 1963, con la creación de los diputados de partido, ambas tienen como objetivo, que las minorías partidistas accedieran a espacios en la Cámara, lo cual significó que tuvieran voz y en la medida en que las oposiciones ganaron espacios, también tuvieron poder de decisión.
En 1977 se establecieron 100 diputados y el partido mayoritario no tenía acceso a esos espacios; en 1986 ese número se duplicó para quedar en 200 como es hoy y se abrió la posibilidad de que el partido mayoritario también contara con asignación de curules por esa vía.
En 1997 la Cámara de Diputados por primera vez tendrá una configuración en la que el partido del gobierno no tuviera la mayoría, sino que esta la tendrían la suma de los partidos de oposición, hasta el año 2018 cuando la ciudadanía optó por darle mayoría nuevamente al partido en el gobierno, solo que ahora el partido gobernante no fue el PRI, sino Morena.
Los diputados de representación proporcional garantizan que las minorías tengan voz y voto, dando pluralidad en la composición del Congreso, condición necesaria en una democracia representativa; así que el primer argumento para defender a los pluris, es que sin esa figura, los grupos minoritarios estarían relegados y se correría el riesgo de restaurar un sistema de partido hegemónico que costó décadas y varias reformas desmontar.
Pero el sistema no es perfecto, sin duda uno de los aspectos a abordar en una reforma político-electoral es el mejoramiento de nuestro sistema de representación, pero la eliminación de los 200 diputados plurinominales no es necesariamente es la mejor forma de hacerlo.
En el Congreso hay diversas iniciativas, desde aquellas que lisa y llanamente plantean su extinción, otras que proponen regresar a 100, hasta propuestas de mayor complejidad que buscan una mejor expresión de la representación.
Existen alternativas legislativas que podrían reducir los vicios del sistema, presento aquí dos que podrían mejorarlo. La primera es aquella que plantea que una parte de esos diputados plurinominales, la mitad, no provenga de las listas emitidas por los partidos, sino de listas que incluyan a los segundos lugares más votados en los distritos, conocidos también como de primera minoría, eso regresaría la naturaleza de estos al arraigo territorial.
Otra opción sería regular los mecanismos internos en los partidos políticos para la designación de quienes integren esas listas, a través de la inclusión de criterios que garanticen la representación ciudadana, dando espacio no solo a las élites partidistas, sino también a liderazgos con arraigo territorial.
La reelección legislativa, es ya un mecanismo con el potencial de equilibrar las composiciones de las bancadas partidistas, entre quienes son del territorio y quienes son parte de la élite del partido. Si bien el sistema mixto mexicano no es perfecto y requiere adaptarse a la realidad de la sociedad, la desaparición de los plurinominales como lo propone el presidente López Obrador no es la vía, pues eliminarlos acabaría con la pluralidad y con ello paulatinamente con las oposiciones, regresando al régimen de partido hegemónico.