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El voto blanco.

Tanto hemos oído hablar de DEMOCRACIA, por lo que considero innecesario ahondar en su significado etimológico; lo cierto, es que la democracia se ha convertido en el ideal por el que ha luchado el pueblo mexicano desde la obtención de su independencia hasta el día de hoy; pugnando por rechazar –ante todo– a la violencia como el estandarte para su consolidación; y así, es como poco a poco nuestro sistema electoral se ha ido perfeccionando, en esa continua búsqueda de mantener la transparencia y confiabilidad de éste, a través a independencia de los organismos responsables de conducir y verificar elecciones libres y justas, a fin de cumplir las expectativas que la propia simbiosis ciudadana vaya generando.

Por lo que aquellos movimientos que han surgido en nuestro país y que tanto han costado al pueblo mexicano para la defensa de su derecho a la participación política, frecuentemente se ven opacados por varios factores, entre los que podemos mencionar al abstencionismo –que a lo largo de la historia ha sido el rival a vencer– o al llamado voto blanco; que en términos generales, no es otra cosa que acudir a la casilla el día de la votación y colocar una marca atravesando por completo la boleta electoral y con ello, dejar muestra del descontento de la ciudadanía, ya sea hacia el sistema de gobierno o bien hacia todos los candidatos ahí referidos.

Si bien es cierto, el llamado voto blanco no se traduce en una abstención pasiva del voto, pero sí podría considerarse una abstención activa del mismo; toda vez que a pesar de acudir a una urna y “emitir” su voto –si así se le puede considerar al cruce total de la boleta-, al final, éste queda nulificado de facto; por lo que en consecuencia, en términos reales se traduce en la renuncia a nuestro derecho a optar por el candidato que mejor responda a nuestros intereses.

Por lo que en esta ocasión, el llamado es a no desperdiciar la oportunidad de emitir nuestro voto; pues esto no sólo se traduce en el ejercicio de un derecho consagrado constitucionalmente; sino que además, sería una renuncia a participar activamente por el cambio que tanto deseamos. Como ciudadanos, debemos sentirnos comprometidos a participar de la vida política de nuestro país, para erradicar el abstencionismo ya sea pasivo o activo; tomemos en cuenta, que quienes desperdician su voto anulándolo ceden a otros la decisión de determinar quién nos va a representar; por lo que promover o apoyar la idea de la nulidad del voto, es un intento de debilitar o desacreditar las instituciones que tanto trabajo ha costado su construcción. Ya lo refería el ex presidente Vicente Fox “..la unidad y la democracia, son la fortaleza de nuestras instituciones y es lo que permite seguir paso a paso construyendo una gran Nación..”.

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