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El ritual del fraude electoral.

Morena y los partidos que son sus aliados muy probablemente pierdan la mayoría absoluta en la Cámara de Diputados, por lo menos así lo sugiere la tendencia que revelan diversas encuestas y estudios de opinión, a menos de dos semanas de las elecciones más relevantes de los últimos años; por eso tanto en el discurso como en la estrategia de operación territorial Morena prepara el escenario para intentar anular las elecciones que no le favorezcan.

López Obrador es un político formado en el conflicto, es el contexto en que se siente cómodo, en el que maniobra para obtener el mayor beneficio. Ante las amenazas que suelen presentarse frente a él siempre dobla la apuesta y utiliza la defensa a su favor para convertirla en ataque o en una situación que termine por favorecer sus intereses.

Ejemplos en su historia sobran, quizá el más emblemático es el del desafuero, sin embargo, probablemente, el recurso más recurrente en su carrera política es el ritual del fraude electoral que durante años le ha dado grandes dividendos políticos y sociales; la última y más significativa es haber preparado el contexto que le permitió ganar la presidencia de la República, por eso, no resulta extraño, que acuda a su táctica más efectiva para lograr su objetivo en esta elección, arrebatar el control de la Cámara de Diputados si no logra ganarlo.

El primer elemento de esta estrategia es la desacreditación sistemática del árbitro electoral que desde iniciado el proceso tanto el gobierno encabezado por el propio presidente de la República como por Morena, han emprendido contra el INE y algunos de sus consejeros. Eso les permite limpiar el escenario para cuestionar cualquier decisión que esa institución tomé y no le favorezca al o los partidos y candidatos del presidente.

Se ha ocupado de contar con un amplio número de aliados para lograrlo, lo primero fue afianzar su alianza con un viejo conocido, el PT y otro partido que se ha vuelto un verdadero mercenario de la política mexicana, el PVEM; de igual forma obtuvo el registro de tres partidos políticos, con los cuales pretende obtener a un grupo de diputados a partir de su aparente calidad de nuevos.

Y en la recta final de las campañas, el partido oficialista ha comenzado a difundir entre sus militantes que serán representantes de casillas, información que va dirigida a llevar a cabo un conteo de votos que es contrario a la ley, que llevaría a generar la percepción de que se emitieron más votos de los que son posibles en una casilla. Así como la convocatoria para que 10 de sus militantes, sin ninguna atribución, “custodien” los paquetes electorales el día de la elección.

Esta estrategia tiene como objetivo generar los elementos que le permitan a Morena llevar un conflicto post electoral a la anulación de las elecciones en aquellos lugares donde el resultado no les favorezca.

Al fin que ellos son expertos en el ritual del fraude electoral, descalificación, desconocimiento de los resultados, movilización social, exigencia de renuncia de la autoridad electoral y presión para realizar una reforma electoral post elección.

Quizá lo único distinto y paradójico es que esta sería la primera vez que ellos reclamen fraude electoral siendo gobierno, porque en la narrativa del grupo político que está hoy en el poder, el fraude siempre se ha cometido en la historia de México, desde el poder y en contra de la oposición.

El presidente no suele resignarse y esta vez no hay motivos para que sea la excepción, así que tal vez lo único que limite el conflicto post electoral es un triunfo contundente de la oposición.

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