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Comienza la recta final.

El cierre de las campañas electorales estará muy interesante, en dos semanas los partidos y coaliciones deberán convencer a los electores del continuismo o del voto de castigo. Varias encuestas, adelantan un avance de las oposiciones y una disminución, aunque no abrumadora, en las intenciones de voto por la oferta oficialista. La habilidad para el manejo del enojo, la decepción y la esperanza harán la diferencia.

En una buena parte de los distritos federales electorales del país, estados y municipios, las encuestas, los análisis de la conversación social en redes sociales y la narrativa de los ciudadanos en el territorio, revelan que ésta será una elección en la que sigue dominando el sentimiento de enojo en la población, a diferencia de 2018, esta emoción no está acompañada de forma generalizada de la esperanza, sino que ahora también se hace presente la decepción, y no necesariamente el enojo está dirigido a los mismos de hace tres años.

Pero, ¿qué implicaciones tienen esas emociones en el comportamiento electoral de los ciudadanos?, ¿el contenido de las campañas es el adecuado para capitalizar esas emociones? ¿con ese ánimo social, como se prevén los niveles de abstencionismo?.

Estas tres preguntas quedarán respondidas en dos semanas, una vez que haya concluido la jornada electoral del 6 de junio, sin embargo podemos apuntar algunos aspectos que nos permitan adelantar cuales podrían ser las respuestas.

El enojo podría llevar a una parte amplia del electorado a ejercer un voto de castigo al oficialismo en turno. Este grupo de electores debería ser prioritario para quienes no forman parte de la oferta oficialista. La contención de esta emoción por parte de la coalición que quiere hacer historia está centrada en las clientelas electorales que ha construido con sus programas sociales.

La decepción de quienes votaron por un cambio y el resultado de éste no ha sido según sus expectativas, puede llevar a otra parte del electorado a no votar, de ahí que motivar a este segmento de la población es una tarea con un nivel  mayor de complejidad, pero debiera ser un grupo central de quienes buscan el voto de castigo.

La esperanza ha disminuido como emoción predominante, sin duda la pandemia y las crisis económica y de salud han contribuido a ello, eso no le ayuda a ninguno de los dos bandos, a unos les merma simpatizantes y a otros les complica la generación de motivación para castigar con el voto. Veremos si el oficialismo se reafirma como la opción esperanzadora y si las oposiciones logran comunicar a los electores que son ellos los embajadores de la verdadera esperanza.

Además de estas tres emociones, los partidos y coaliciones enfrentan otro reto: motivar lo suficiente a los ciudadanos para acudir a votar ante el riesgo de contagio. Ya de por sí las elecciones intermedias no son proclives a altos niveles de participación, votar en tiempos de pandemia es una novedad para el elector mexicano.

Las dos semanas siguientes son determinantes, una parte importante del electorado tomará su decisión de voto en esta recta final y debido a que en varios estados y distritos las diferencias se están cerrando, muchos triunfos serán definidos en la mesa de los tribunales; el panorama pinta para un ambiente post electoral de crispación, ante ello esta consultora espera que prevalezca la madurez política y el espíritu democrático, pues la violencia electoral de la que somos testigos, tampoco tiene precedentes.

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