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Políticos sin política.

Nuestra vida cotidiana está llena de tantas experiencias y vivencias como especies marinas existan; y la vida política no queda al margen de ello. Así, nos topamos con que cada proceso electoral y las propuestas de campaña vertidas, se desarrollan atendiendo a la época y las características particulares de la sociedad a la que se dirigen los mensajes de conquista del voto, por lo que en el entendido de que al ser nuevos tiempos y nuevos candidatos –en algunos casos-, las propuestas de campaña también tendrían que ser novedosas.

Pese a que cada proceso electoral va superando al anterior en lo que a reformas y prohibiciones normativas se refiere, por desgracia, la calidad y la viabilidad de las propuestas de los candidatos, no corre la misma suerte: por el contrario, vemos que esto va quedado en segundo o hasta tercer término; hoy se prioriza la popularidad que ganan éstos personajes –a costa de lo que sea-, incluso algunos disfrazando de humor idiota el pisoteo a su imagen, arriesgando con ello la formalidad y seriedad de su proyecto político.

En marketing político, la imagen de un candidato surge de la suma de dos factores; por un lado, la percepción de los votantes sobre la persona, basado en el conocimiento previo que éstos tengan de él y por otro lado, el mensaje que el candidato emita; en ese contexto, si bien se requiere del humor como parte complementaria del candidato a fin de estrechar empatía con el ciudadano; sin embargo, para algunos candidatos, el humor –que raya en la burla– se ha convertido en el sello distintivo de su campaña, con lo que evidentemente expone la falta de un proyecto sólido para el cargo al que aspira.

Así encontraremos candidatos que se muestran saliendo de un ataúd, como si resucitaran (Ciudad Juárez), bailan (Monterrey), o como es el caso del candidato Samuel García (Nuevo León) quien realiza de todo, desde bailar hasta cantos navideños, en fin, para qué abundar; y todo ello para ganar el voto. Lo cierto, es que el común denominador de este tipo de campañas electorales es la escasez de ideas y de propuestas, ante una sociedad que cada vez naturaliza más el hecho de que, si un candidato no se hace el gracioso, no está innovando en la campaña.

Hoy día vivimos en una sociedad sacudida por grandes problemas de impunidad, inseguridad, corrupción, pobreza y desempleo, conflictos que a su vez se incrementaron debido a los estragos de una pandemia; y pese a ello, vemos como en la vida política los candidatos nos quedan mucho a deber en sus propuestas de campaña para dar solución a estas problemáticas, pues se encuentran más ocupados haciendo el ridículo, pensando que eso aumentará sus posibilidades de ganar.

Como ciudadanos hace falta organizarnos para exigir la construcción de propuestas de fondo, para dar fin a esta era de política barata, que ha formado la pérdida de la credibilidad y confianza del electorado. Por desgracia, las campañas políticas han naturalizado a los procesos electorales como los tiempos donde los candidatos logran simpatías a través de alguna actividad ridícula, o firman –hasta notariadamente– lo que no pueden consolidar, o incluso, prometen lo que es material, técnica y humanamente imposible de cumplir; todo esto, a cambio de conquistar el voto de los ciudadanos, al cabo que como dice el dicho “prometer no empobrece”.

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