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La crisis que no fue.

La SCJN desechó, al no reunirse la mayoría de 8 votos, el proyecto que declaraba inconstitucionales las reformas al Poder Judicial, lo que habría desatado una crisis política sin precedentes. ¿Ganamos o perdimos los mexicanos?

Fue el tema durante casi dos semanas, el proyecto del ministro González Alcántara no se andaba por las ramas, hay cosas que no se pueden cambiar del texto constitucional, aunque se cumpla con el procedimiento y la Corte puede invalidar esos cambios. Por supuesto, la tormenta se desató, desde Palacio Nacional y los recintos del Congreso, los líderes de la 4T lanzaron andanada tras andanada para descalificar el proyecto, al ministro y a todo el Poder Judicial. Ayer 7 de 11 ministros votaron a favor del proyecto, de los votos en contra sólo sorprendió uno, el del ministro Pérez Dayan que fue tajante: la Corte no puede revisar una reforma constitucional y el debate concluyó.

No voy a abundar en el fondo, hoy me interesa hacer una reflexión ucrónica: ¿qué hubiera pasado de lograrse el octavo voto? Todo y nada.

Todo, porque la SCJN hubiera ordenado la modificación del texto constitucional a lo que el Ejecutivo y el Congreso se hubieran negado, poniendo en entredicho el estado de derecho, y la Corte ordenando destitución de diputados, senadores y ¿de la presidente? por desacato y dando vista a la Fiscalía de la República para que gire las órdenes de aprehensión correspondientes. La respuesta de la 4T sin duda hubiera sido contundente, ¿les gustan denuncias de juicio político y destituciones de los 8 ministros? ¿denuncias penales, ordenes de aprehensión y arrestos por el delito de rebelión? La Fiscalía convertida en árbitro primero y luego arrastrada al conflicto por incumplir unas y otras ante jueces ausentes u omisos o bien ante jueces de poderes estatales. El INE paralizado y no faltaría quien sugiriera recurrir al estado de excepción y suspender las garantías constitucionales. Un auténtico pandemonio. Quizá exagero, pero ninguna de estas hipótesis es imposible y nadie podemos saber hasta dónde se hubiera llegado.

Y nada, porque al final, cuando se asentara el polvo, el resultado sería el mismo: la SCJN desacreditada, posiblemente desintegrada, y el proceso electoral extraordinario de elección judicial en marcha, sin importar los obstáculos, reforzada la determinación de sus impulsores. Los jueces sólo pueden hacer cumplir sus fallos cuando el Ejecutivo les presta la fuerza pública y en este caso la tendría que prestar contra sí mismo. Por cierto ¿alguien ve a los generales del Ejército y la Guardia Nacional ejecutando el mandato de la Corte?

Así que hoy, me pongo a pensar, ¿hubiera valido la pena el octavo voto? O por el contrario, ¿el voto del ministro Pérez Dayan fue una bendición de prudencia y autocontención o incluso una puerta de escape, para los actores que seguían una ruta de colisión? No hay forma de saber lo que ocurrió en el universo paralelo. En este universo, sigue en vigor la reforma y por tanto la elección de jueces, que en efecto destruye la República y la División de Poderes, pero sin una crisis, quizá más destructiva, en el medio. A quienes nos oponemos, nos corresponde reflexionar, encontrar soluciones, dar batallas inteligentes y lo más importante, ganar elecciones, porque soluciones mágicas, no hay.

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